Semana Santa. Tal vez sea una de esas semanas de fiestas donde me encuentro más alterado. Mis bellos se erizan como un perro con espuma en la boca, deseoso de sentir pronto entre sus mandíbulas llenas de sarro y caries un cacho de carne viva. Miro a la calle, a la gente que las llena, y sólo veo fantoches, títeres del señor Falso.
Fe: una creencia ciega procesado a un “algo” que en un principio realmente sería imposible de explicar con la razón y la cordura. Lo cierto es que la fe es más digna de locos que de cuerdos. Pero existe, pues esa fe puede ser de cualquier mierda que se os ocurra., y recordad que loco no es lo mismo que idiota o gilipollas. Creer en algo en un principio improbable o inexistente. El problema es cuando esta fe se aúna a una religión, y sus supuestos devotos dicen tener fe. Pero en las religiones, como cualquier otra sociedad hay reglas que seguir para pertenecer en ella y así pues tener una fe auténtica ligada a ella. E aquí cuando entra la contradicción, la falacia no dada como tal por aquellos que dicen tener fe, ligada a las procesiones.
Yo gritaría elevando mi voz hasta rasgar los cielos, preguntando cuántos de esos devotos llenos de fe van a ese lugar de bancos rígidos de madera que llaman iglesia cada domingo a escuchar misa, cuántos de ellos intentan no cometer pecado alguno y luego van a confesarlo si lo han hecho con aquel elegido a dedo por los altos cargos de esa sociedad integrada en la propia sociedad. Cuántos de esos leen el puto ladrillal que es la Biblia y cuántos realmente rezan sus oraciones como deben hacer las almas del purgatorio. Si dijera que podría contarlos con una mano a los realmente procesadores de ella, de esa fe, creo que no me equivocaría. Y son ellos los que sufren en realidad, mancillándose de aquellos que se burlan de la auténtica fe.
Calles llenas de un hedor a hipocresía en forma de un incienso que entra en nuestros cuerpos, que en vez de purificar tan sólo nos da una falsa ilusión como la palabra bífida de una serpiente que quiere que veamos flores en un estercolero. Calles que retumban por el sonar de trompetas, tambores y flautas de la ignorancia malsana, como el grito y el cantar de aquellos que se apasionan por la mentira. Cera derramada en la carretera como la sangre que deja huella en el lugar del crimen, el crimen de la Fe que se ostenta por falacias. Pero más aún, figuras, figuras que son alabadas, queridas, amadas y emperifolladas con materiales nobles de gran coste y oro, disfrazando al Becerro de Oro en personas, como ya hizo el Lobo Feroz para devorar a Caperucita.
Una semana que más que convertirse en una simple tradición por tradición, se ha convertido en la tradición del sentir orgullo por aquello que en realidad llevaría a una nueva religión y que no quieren admitir… porque ante todo, el ser humano es uno de los mayores seres cabezones que hay en el mundo, siendo el burro, el asno, en este sentido, de mucha más astucia. Y que mal que sea yo el que deba comparar al ser humano con un animal.
¿A todos? No, no a todos. Siempre habrá semillas que harán lo "correcto". Aquellas que realmente siguen ciegamente la palabra de aquel al que llaman Dios -omnipotente y omnisciente-, que viven una verdadera fe, que hacen todo lo posible para seguir las reglas que se les designa para ser merecedores de tal “gracia” y que incluso ven como el mundo se llena de sarna mentirosa. Y aquellas, que como yo, no siguen esa religión aunque podamos tener fe en algo; pero que aún menos nos cubrimos de falacias, siendo eso una mayor devoción y fe en las ideas de uno mismo.
Vivimos en un mundo donde no aceptamos que ya no seguimos las reglas del juego que siguen algunas religiones, siendo totalmente distinto a ellas. Vivimos en un mundo donde aún no aceptamos el cambio por mucho que lo tengamos en nuestras narices. He ahí una pequeña muestra de la hipocresía humana. Aún así, no les deseo ningún mal a aquellos que procesen la Fe y la Falacia juntas, sólo deseo que abran sus ojos y dejen de hacerse los ciegos.
"La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá."
Henry-Louis Mencken (1880-1956) Periodista y escritor estadounidense.
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