Oculta espera en el rincón que aquella que le daña, que le lastima, desaparezca. Aquella que con extraño contraste aparece de mil formas y que muestra los miedos y desconocimientos del hombre. Una niebla espesa que nubla la verdad, la verdad que tanto anhelamos y esperamos. Esa niebla que está en nuestro ser y que no sabemos como deshacernos de ella mientras oculta espera en ese rincón, él, terrible ser, a que ella desparezca, para poder devorarlo todo y no dejar nada.
Está ahí, arrinconado, en nuestro interior, como una bestia astuta, temerosa, pero paciente, que aguarda a que la lucidez le de paso y nos carcoma. Y cuando lo haga esperaremos, nos preguntaremos, qué es peor, vivir con pesares y miedos al no ver tras la bruma o vivir en la más absoluta soledad en la oscuridad inmortal. Pero lo segundo será inevitable, es inevitable, pues siempre está ahí, arrinconado, esperando a devorarnos.
Cables enredados, que nos asfixian, que nos atormentan, que no nos permite estar ni en la bruma, ni en la luz, ni en la oscuridad. Como un puto limex que nos indica donde debemos estar sí o sí, aunque ni siquiera nos demos cuenta. Mientras la oscuridad aguarda, mientras esa neblina ha veces parecer más liviana y otras veces más densa. Donde la luz poco a poco irá desapareciendo para que la oscuridad nos devore… y cuando lo haga me pregunto si la niebla desaparecerá. Sea como sea, no importará, pues cuando me devore la oscuridad no veré esa luz ni soñaré jamás. Viviré hasta el fin de los tiempos en la oscuridad.
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